Porque este blog, (cuando me digno actualizar y más ahora con esto del tuenti que me traerá de cabeza), este blog también va de música. De mi música. De la música que hace que me estremezca, de la que hace que mis ojos se humedezcan al escuchar ciertas letras, o simplemente de la que me hace aplaudir por dentro cada vez que la escucho. Porque sí, yo a veces digo ¡bravo! cuando no me canso de escuchar una canción. Canciones que han significado mucho en mi vida, o simplemente me hacen recordar. Y sí, tengo gustos musicales extremadamente variopintos. Y aunque soy fan del pop-rock de habla inglesa, hoy estoy aquí para confesarme. Ante ustedes me confieso y digo que sí, soy fan del gran cantautor Víctor Manuel y de toda su panda. Y cuando digo de toda su panda hablo de su mujer Ana Belén, el maestro Sabina o el gran Serrat, por ejemplo. ¿Y por qué le dedico esta entrada? La explicación a eso es bien sencilla, pues el otro día se me volvieron a poner los pelos como escarpias (justo como cuando era pequeña) al escuchar La planta 14. Porque pocas canciones tienen tanta historia como esa; o como puede tenerla La madre también.
Puede que suene carca, pero son letras que realmente me conmueven. Y me gustaría explicar bien el por qué, pero para ello me ajenciaré el poema que el gran poeta Sabina dedicó a Víctor:
Porque su guitarra tiene cuerdas para rato,
porque nos empuja a preferir el con al sin,
porque se columpia entre cordura y arrebato,
porque funda un parque donde el muro de Berlín.
Porque ante el baranda nunca se quitó el sombrero,
porque me adoptó cuando me vio huerfanear,
porque están en deuda Lucio Dalla y Blas de Otero,
porque anda soñando otra canción para Pilar.
Porque no se cansa de vivir para cantarlo,
porque en su equipaje cabe el güaje y la muyer,
porque mucho más que dos, gozo da recordarlo,
porque mi mañana se lo debo a nuestro ayer.
Porque el juglar es una torre que no se enroca,
porque entre el cuélebre y el páliru echó a volar,
porque el olvido es un Cupido que se equivoca,
porque la calle es nuestra, amor, como inmenso el mar.
Porque no dimite de la duda ante el espejo,
porque ni a su Sporting el Madrid le marca un gol,
porque el disparate de crecer no lo hace viejo,
porque sigue siendo un corazón tendido al sol.
Porque sobremesa abriga más que despedida,
porque no derrama ni una lágrima de pus,
porque Pasionaria era una planta malquerida,
porque me subió la fiebre el blues del autobús.
Porque nada sabe tan dulce como otra boca,
porque cuando toca blasfemar me escudo en él,
porque se derriten las musas cuando las toca,
porque borda el quite al alimón Víctor Manuel.
Y para validar mis palabras de la mejor manera posible, aquí os dejo una muestrecilla (antigua) de a lo que me refiero. Los dos maestros Víctor Manuel y Sabina, acompañados de otro grande, Miguel Ríos:
A disfrutarlo...